jueves, 10 de noviembre de 2011

¿PECADO?, REENCUENTRO, DIAGNÓSTICO Y MUJER ASESINA.

Un viejo cura católico, tiene pérdidas de memoria y a veces, cuando confiesa a sus feligreses, no llega a seguir muy bien lo que le están confesando. Para paliar esta situación, traza pequeñas rayas con la tiza en la manga de su sotana, para acordarse de las faltas cometidas.

Un mediodía, un joven entra en el confesionario y dice:
-Padre; me acuso de haber cometido el acto de la carne.
-Bueno, -dice el cura trazando una raya en su manga.
-Era un Domingo, padre, -prosigue el penitente-. ¡¡Un Domingo, El día del Señor!!
-¡Ay, Ay! -dice el cura que traza una segunda rayita.
-Además, -prosigue el joven-. Ejem.... era en la iglesia. ¡¡Detrás de la estatua de la Virgen!!
-¿Ah, sí? ¡¡Menudo ejemplo!! -ruge el cura trazando la tercera marca-. ¿Y con quién?
-¡Con la mujer del pastor protestante! -dice el penitente.
-Bueno, -dice entonces el cura borrando las marcas de su manga-. ¡En ese caso lo mejor es dejar que disfrutes de tu juventud!
En la estación, la señora regresa de un viaje, y entre los fríos abrazos de su marido, dice:
-Se diría -observa la esposa-, que no estás contento de verme de nuevo... ¡Mira a ese señor de allí abajo, cómo abraza a su mujer con ternura!
-¡A ese tipo, le conozco! Primero: esa no es su mujer... y segundo: ella no llega, se va.
Un médico, ausculta a un enfermo que se queja de diversos males:
-¡Veamos eso...! El corazón está bien... en el hígado todo me parece normal... en lo que se refiere a la circulación, no hay nada que decir... ¡Realmente, no veo de qué se queja!

-¡Míreme con más atención! -le pide el enfermo-. ¡Estoy convencido de que se le escapa alguna cosa, Doctor!
Durante media hora, el médico examina a su paciente, después, arruga la nariz, levantando la cabeza anuncia:

-Tengo dos noticias que darle, una buena y una mala. -Le dice-. La mala es que creo que está empezando a ser homosexual.
-¡Vaya! -suspira el paciente-. ¿Y la buena?
-¡¡Que te quiero!!
Un prisionero condenado a cadena perpetua le confiesa al colega que ocupa la misma celda que él:
-¡La mujerzuela de mi mujer me ha envenenado la vida durante más de quince años!

-¡Joder, tío! ¡Que angustia!
-¡Si! ¡Yo no la envenené más que una vez; pero con una sola vez tuvo suficiente!








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